(Essaie sur le don, PUF, 2007; extraído de L’Anné sociologique 1924-25, t1)
de ‘la edad dorada’ de la humanidad
y del modo de vida anterior a la civilización esclavista patriarcal
" Eran tan ingenuos y tan desprendidos de sus posesiones que si uno no lo hubiera visto no lo habría podido creer: cuando les pedías algo que tenían, nunca decían no. Por el contrario, ofrecían compartirlo todo con cualquiera". Diario de Viajes de Colón (1er viaje)
Marcel Mauss (1874-1950) investigó a principios del siglo pasado el modo de intercambio de bienes en pueblos que no habían entrado en nuestro sistema de mercado. El panorama que ofrece este estudio viene a ser más o menos el mismo que nos encontramos estudiando otros aspectos de la vida humana pre-patriarcal, anteriores a nuestra civilización. La ‘forma arcaica de intercambio’ que Mauss nos relata, (el potlach, el hau, etc.) es un aspecto de un modo de vida que descansaba en el apoyo mutuo y en la espontaneidad de la naturaleza humana (y en concreto, de sistema libidinal/sexual).
Cuenta Mauss que unos indios de una tribu chinook del noroeste del Pacífico (tierra de Seattle) tenían un término, ‘potlach’, (derivado del nootka ‘patshatl’), que era algo equivalente a nuestro ‘donar’; pero cuando explicaban lo que significaba, no era sólo ‘dar’, sino ‘dar-recibir-devolver’. Tan importante era saber dar como saber recibir y luego volver a dar. Mauss, para definirlo junta la palabra ‘intercambio’ con la de ‘don’, ‘el intercambio/don’, porque la ‘forma arcaica de intercambio’ se basaba en el ‘don’: era la extensión del ‘dar-recibir-devolver’ dentro de los clanes y de las familias, lo que en sociología se ha llamado régimen de ‘prestación total’.
Según Marcel Mauss la noción de ‘potlach’ es la misma que la noción del ‘hau’, referida por el maorí Ranapari al antropólogo Elsdon Best en 1909. El maorí Ranapari le explicó a Best, que si alguien te da algo, no puedes quedarte con el ‘hau’ de ese algo, sino que tienes que devolverlo. El ‘hau’ era algo así como la empatía –algunos lo traducirán por ‘espíritu’- que acompaña el objeto regalado, no el objeto mismo.
El hecho de que estos pueblos tuvieran un concepto para designar lo que en nuestras lenguas son tres acciones diferentes, para las que necesitamos tres verbos diferentes (‘dar-recibir-devolver’), significa que en su observación de la fenomenología de la vida no veían tres sino una sola acción, un solo proceso. Tan concatenado y continuo era el dar-recibir-devolver que para ell@s era un solo fenómeno, el ‘hau’ o el ‘postlach’, que expresaba el modo de funcionar el bosque y de la vida en general; el maorí Ranapari empleaba el término ‘hau’ tanto para expresar el modo de funcionar del bosque, como las relaciones humanas: dar-recibir-devolver.
El estudio de las formas de intercambio ha sido otra vía por la que la sociología ha llegado a la descripción del modo de vida originario de la Humanidad, coherente y consistente con los descubrimientos realizados en otros campos (arqueología, literatura, arte, psicoanálisis, etc.). Porque como indica Mauss, detrás del intercambio de bienes está un determinado modo de relación personal; y detrás del ‘potlach’ está la relación de apoyo mutuo. Su evolución va en paralelo a los cambios que se fueron produciendo en nuestro modo de vivir, desde las civilizaciones pre-patriarcales (llamada en la literatura la ‘edad dorada’) hasta la generalización de nuestra civilización patriarcal esclavista. La aparición de la moneda es un indicador importante del cambio social. Muchos cambios no fueron simultáneos, otros sí; algunos se produjeron de forma abrupta, otros lentamente y con diversas formas intermedias, pero acabaron imponiéndose y generalizándose en nuestro planeta.
Tras estudiar atentamente toda la información disponible sobre la circulación de bienes, en poblaciones de varias partes del mundo, desde Melanesia hasta Alaska, Mauss llegó a la siguiente conclusión que expone al final del capítulo 2 de su libro, y que transcribo (y traduzco del francés) literalmente para comentarla a continuación.
“ Primera conclusión
Así pues, en cuatro grupos de poblaciones importantes hemos encontrado:
En primer lugar, en dos o tres grupos, el potlach;
después, la razón principal y la forma normal del propio potlach; y aún más,
mas allá del potlach, y en todos estos grupos, la forma arcaica de intercambio: el de los dones presentados y entregados [dons présentés et rendus].
Además en estas sociedades hemos encontrado identificadas la circulación de las cosas con la circulación de los derechos y de las personas. En rigor, podríamos quedarnos aquí.
El número, la extensión, la importancia de estos datos nos autorizan plenamente a concebir un régimen que debió de ser el de una gran parte de la humanidad durante una fase muy larga de transición y que subsiste todavía en otros pueblos además de los que hemos descrito.
Nos permite concebir que este principio de intercambio-don [échange-don] debió de ser el de las sociedades que ya habían dejado atrás la fase de ‘prestación total’ (entre clanes y entre familias), pero todavía no habían llegado al contrato individual puro, al mercado en el que circula el dinero, a la venta propiamente dicha, y sobre todo, a la noción del precio estimado en moneda pesada y registrada. [pesée et titreé]” (La negrita es de Marcel Mauss)
Es decir, que esta forma de fluir de los bienes, no fue un hecho circunstancial, aleatorio, arbitrario etc., sino que debió de ser el régimen de intercambio de una gran parte de la humanidad, durante una fase muy larga. Es la explicación por parte de la sociología académica (Mauss fue uno de los fundadores del Instituto Etnológico de Paris en 1925) de lo que muchos literatos antiguos dejaron escrito, y de los testimonios sobre la generosidad y la hospitalidad de estos pueblos proporcionados por viajeros de los siglos pasados e incluso por los propios conquistadores. Es una comprobación del apoyo mutuo también descrito por Kropotkin.
En mi escrito Sobre la degeneración de la raza humana por la pérdida de sus cualidades fundamentales, recogía este trabajo de Mauss para explicar el funcionamiento de la reciprocidad desde el punto de vista del sistema libidinal. Sin pretenderlo, estaba siguiendo el camino abierto en el Congreso de la Central States Anthropological Society, -en el I Simposio sobre Antropología Sexual que se celebró en dicho Congreso- que tuvo lugar en Lexington, Kentucky en 1965. Según Ernest Borneman (1), en ese congreso nació un nuevo campo de conocimiento: la antropología sexual, resultado de la convergencia de la sexología científica con la historia y la antropología. Un camino, iniciado por Bachofen y Reich, para entender las relaciones humanas desde la perspectiva de la economía sexual.
Porque el potlach que Mauss descubre no es sino un aspecto de las relaciones de reciprocidad y apoyo mutuo que el sistema libidinal produce, y que en mi escrito describía fijándome en dos aspectos de nuestra producción libidinal perfectamente perceptibles y reconocidos: los sentimientos de generosidad y de gratitud/correspondencia que brotan de nuestras pulsiones orgánicas –siempre y cuando nuestros cuerpos no hayan sufrido deterioros o procesos degenerativos graves.
Pero ocurre que tenemos una visión tan distorsionada del ser humano, es tan omnímoda la desaparición de la sexualidad y de su función social de nuestro universo conceptual, que la mayoría de sociólogos e historiadores no han podido completar sus trabajos con una comprensión cabal del objeto estudiado, debido al magma dogmático que impide entender la condición humana.
Mauss le da vueltas y más vueltas al potlach y al don, y habla de una ‘obligación’ de devolver… ¿Una obligación de devolver? Parece que así lo cuentan los que la practicaban, que tenían como una ‘obligación’ de devolver; el maorí Ranapari decía que no era justo, o que no podemos quedarnos con el ‘hau’ de un regalo que nos hacen, que tenemos que devolverlo. Pero ese ‘tener que’ u ‘obligación’, como ‘la obligación’ de compartir la caza o la pesca o la recolección es una forma de expresar una costumbre que no nace de una ley o de un precepto religioso o de una ordenación dictada desde una instancia superior, sino que son costumbres y tradiciones originadas por el sistema libidinal (la originaria ‘prestación total’ en clanes y familias), un sistema libidinal que sigue funcionando retroalimentado por las costumbres que crea, y que puede incluir el sistema libidinal de cualquier ser humano, por ello también el del extranjero. El mismo Mauss lo deja claro cuando explica:
"Si ofrecen y entregan las cosas, es porque ofrecen y entregan ‘sus respetos’[ses respects] –incluso podemos decir sus ‘cortesías’[ses politesses]. Pero también se trata de que dando [los bienes], uno se da a sí mismo, y si uno se da a sí mismo, es porque uno se debe –la persona y sus bienes- a los demás".
Otro aspecto que quiero señalar es lo que dice Ranapari de que alguien le da un ‘taonga’ (un regalo, un bien) empujado por el ‘hau’ del ‘taonga’ que antes él le había regalado.
Esa explicación puede dar pie a todo tipo de especulaciones sobre fuerzas espirituales invisibles que mueven las cosas. Yo te hago un regalo que lleva dentro un bichito que te va a empujar a que me devuelvas el regalo. Bueno, no es exactamente así como funciona la reciprocidad del sistema libidinal. No es un bichito visible lo que va con el regalo, sino el amor, el afecto, la empatía, una producción de un sistema corporal que va a otro sistema corporal; efectivamente hay algo que va con el regalo que no es materia visible, pero es materia sensorialmente perceptible, el afecto, la energía sexual. El ‘dar’ es una pulsión orgánica, un impulso para derramar nuestro afecto que brota de nuestro sistema sexual y que al ser recibido induce en el otro sistema corporal una pulsión de corresponder. Al impulso de dar le llamamos generosidad y su desarrollo cursa con gusto y placer; cuando el regalo nos alcanza desencadena una pulsión de gratitud que nos hará corresponder y devolver nuestro afecto; la gratitud es también una emoción y un sentimiento que cursa con gusto y con placer. Así es como el sistema libidinal establece relaciones de reciprocidad, de intercambio solidario y de ayuda mutua: la prestación total que describe Mauss que funcionaba en los clanes y en las familias.
Parece oportuno citar y situar aquí lo que decían Deleuze y Guattari sobre el deseo recorriendo el campo social… o lo que decía Odent de que en nuestra sociedad hay un grave déficit de la hormona prolactina, la hormona que propicia el cuidado del otro o de la otra, déficit o carencia que se origina con la supresión en la vida humana del importante periodo de lactancia, el periodo quizá más largo de la vida sexual de las mujeres (en la mayoría de los pulpos micénicos que he encontrado, las ondas de placer salen de los pechos). Hemos despojado a la bioquímica de la vida de este elemento concreto, al sustraérselo a toda la infancia del ser humano, quebrantando el desarrollo de su sistema sexual, para producir cuerpos adultos en estado de guerra en lugar de cuerpos adultos en estado amoroso.
Nuestros poetas renacentistas mencionan la fuerza del amor y su frecuente conflicto con nuestra voluntad que se pone en su contra. Garcilaso incluso les habla a sus propios sentimientos, les reprocha la contradicción que le producen, y les pide que paren, que tengan en cuenta que antes nunca había intentado detenerles: No pierda más quien ha tanto perdido/Bástete, amor, lo que ha por mi pasado/Válgame agora haber jamás probado/A defenderme de lo que has querido.
Cuando nuestro modo de vida se aleja del modo natural y normal de vivir para el que estamos hech@s, se produce esa relativa autonomía o distancia del sistema libidinal con respecto al orden de relaciones establecido con el que choca. Percibir o señalar este distanciamiento, desajuste o enfrentamiento, de algún modo es un reconocimiento de su existencia.
Esta entidad propia relativa del sistema libidinal y de la energía sexual es lo que ha servido de base para levantar el mundo de los espíritus o de lo espiritual. Los términos que inicialmente servían para expresar la producción de nuestro sistema sexual -una producción sentida pero invisible a los ojos-, se deformaron para impedir su verbalización, y pasaron a designar otra cosa. Así se creó el mundo de lo espiritual destinado a invisibilizar el sistema sexual y sus producciones, a deformar su percepción, su significado y su sentido. Referido a la historia, sirve para invisibilizar su función de regulación social y el modo de vida natural basado en el apoyo mutuo. Un ejemplo reciente de esta estrategia perversa es la deificación de la imagen de la mujer paleolítica y neolítica, cuyas representaciones desenterradas por la arqueología, son una prueba de la existencia de las culturas basadas en la sexualidad natural humana. (Esta explicación está en el capítulo 2 de El Asalto al Hades),
Este proceso de espiritualización de la sexualidad había sido denunciado por la sexología científica del siglo pasado, y se llamo ‘sublimación’. Parecía que esto ya había quedado claro, pero no ha sido así. Las ideas creacionistas y espirituales están comiendo el terreno a todo lo que en los dos últimos siglos se había avanzado. Un ejemplo de lo dicho lo tenemos en el siguiente comentario de Mircea Eliade (Histoire des croyences et des idées religieuses I, Payot, 1976, pags. 44-45)
"...El arte de los Natoufins es naturalista: hemos actualizado pequeñas esculturas de animales y de figuras humanas, a veces en postura erótica. El simbolismo sexual de los pilares esculpidos en forma de falo es tan evidente que no se puede dudar de su significado mágico-religioso."
Es decir, para Eliade, el simbolismo sexual tiene automáticamente un significado mágico-religioso. Y esto se admite sin empacho alguno.
Así pues, cuando decimos que el ‘hau’ es el espíritu del objeto regalado, desde nuestra perspectiva actual, no entendemos lo mismo que entendían las gentes que vivían según el ‘hau’. Pues el ‘espíritu’ es un término traducido del original desde nuestro universo conceptual; lo mismo que el del famoso ‘jefe’ indio de las tribus norteamericanas, que parece ser que no tiene nada que ver con nuestra noción de ‘jefe’, pues el término original designa una función distinta por completo a la función de jefatura o mando. Por eso creo que debemos utilizar otro término, por ejemplo decir que el ‘hau’ es la empatía que acompaña el objeto regalado, o el deseo que recorre el campo social: el deseo debe fluir y los afectos deben ser correspondidos; y así los bienes fluir también con los afectos
Cuando alguien nos da algo, percibimos el afecto y la empatía que nos entregan con el regalo; no es un ‘espíritu’ que habite en el regalo, es el afecto del que es portador o representa. Los objetos que nos han regalado con mucho afecto, quedan asociados a ese afecto y tienen un importante valor simbólico para nosotr@s. Y seguramente habremos tratado de corresponder a dicha entrega afectiva con algún regalo a su vez portador de nuestro afecto.
Desde un punto de vista de las cualidades in-formacionales del ser humano, el ‘hau’ o el ‘potlach’ se contemplarían como el normal desarrollo de dichas cualidades.
Pero hemos creado un universo conceptual, una visión de la humanidad de la que excluimos uno de sus elementos básicos, una de sus cualidades in-formacionales más importantes: la sexualidad, el sistema de regulación corporal y social. Entonces la Historia, la Sociología, todos los campos del conocimiento, salvo contadas excepciones, se aproximan a la superficie de la verdad de las cosas, dejando al margen, como un fantasma invisible, el propio sistema de regulación que el régimen patriarcal ha desactivado y mantiene en una gran medida inoperante. Mauss, aunque no tiene la perspectiva de la Antropología Sexual, ni puede situar el origen verdadero del ‘hau’ o del ‘potlach’ que no es otro que la propia producción de la vida, de algún modo lo señala cuando explica la identificación del intercambio de las cosas con las relaciones personales y el reconocimiento de sus ‘derechos’.
Para terminar decir que la relación entre la hospitalidad y el sistema libidinal humano fue señalada por Bachofen, de hecho el verdadero iniciador de la Antropolgía Sexual, y una de las contadas excepciones que he mencionado. Para Bachofen la hospitalidad era una derivación del ‘mutterlich’ y del ‘Muttertum’:
En el cuidado de los frutos de su cuerpo aprende la mujer antes que el hombre, a desplegar su amor y cuidados más allá de los límites de su propia persona y a dirigir todo el talento creador … al sustento y al embellecimiento de otros seres. Estos cuidados son la base del desarrollo de la cultura…
… En él se funda el principio de libertad e igualdad universales, que a menudo encontramos como rasgos esenciales de la vida de los pueblos ginecocráticos (‘gynaikokratischer’), y a él se debe también la Philoxenia u hospitalidad … el significado abarcante de ciertos términos… ya que todos los miembros del estado eran considerados familiares debido a su procedencia común de una misma madre, la tierra… Sobre todo se ha alabado en los estados ginecocráticos la ausencia de disensiones internas y su rechazo de la discordia. Aquellas solemnes asambleas comunales o ‘panegirios’ que todo el pueblo celebraba compartiendo un sentimiento de fraternidad….
El tejido de costumbres del mundo ginecocrático está rodeado de un halo de benévola humanidad, … y le otorga un carácter que permite reconocer de nuevo todo lo que el universo materno conlleva de benéfico. Estas generaciones humanas primitivas, que subordinadas en todo su ser a la ley de la madre proporcionaron a la posteridad los rasgos esenciales de la imagen de la edad de plata de la humanidad, aparecen bajo el aspecto de una ingenuidad saturna. Qué comprensible resulta ahora el realce de la madre y de sus continuos y esmerados cuidados, tal y como lo describe Hesíodo, así como la eterna minoría de edad de los hijos que siguiendo una evolución más corporal que espiritual, disfrutan hasta una edad avanzada de la paz y la plenitud que la vida agrícola ofrece al amparo de la madre; estas imágenes corresponden a la de una felicidad perdida, sustentada siempre por el dominio de lo maternal, y remiten a aquellas ‘archeia phyla gynaikon (generaciones primitivas de mujeres) con las que desapareció la paz sobre la tierra. La historicidad del mito encuentra aquí una sorprendente confirmación. Ni… la fantasía, ni… la poesía… deben desfigurar el núcleo histórico de la tradición, ni ensombrecer el carácter esencial de la existencia humana arcaica y su significación para la vida.
Y es justo también terminar esta reflexión sobre la función social de la libido con una cita de Wilhelm Reich, que fue el primero, como reconocieron Deleuze y Guattari, en explicar que la dominación solo puede ejercerse en un régimen de represión de la sexualidad.
El ‘mutterrecht’, cuya existencia histórica ha sido probada, no representa solamente la organización de la democracia natural del trabajo, sino también la organización natural de la sociedad que obedece a los imperativos de la economía sexual (…) No sólo resulta desconcertante la organización sexual del 'mutterrecht' por su diferente organización de la consanguinidad, sino también por el efecto autorregulador natural que imprimía a la vida sexual. (La psicología de masas del fascismo, 1933).
La Granja, octubre 2010
(1) Ernest Borneman, Le Patriarcat. PUF, 1975