Para hacer grandes cosas es preciso ser tan superior a sus semejantes como lo es el hombre a la mujer, el padre a los hijos y el señor a los esclavos.
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La guerra es, en cierto modo, un medio natural de adquirir, puesto que comprende la caza de los animales bravíos y la de aquellos hombres que, nacidos para obedecer, se niegan a someterse; es una guerra que la naturaleza misma ha hecho legítima.
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La naturaleza… ha creado unos seres para mandar (arkhos) y otros seres para ser mandados (arkhomenes : forma pasiva del verbo arkho).
La Política, Aristóteles.
En noviembre de 1982 escribí una carta al Director de El País, pidiendo que ante la agonía del comunismo, algún filósofo o filósofa que tuviera tiempo para dedicarse a estas cuestiones, abordara la lectura de la obra de Nietzsche que dio lugar al nacionalsocialismo alemán de los años 30. Que era una tarea urgente para resistir frente a la civilización de los superhombres que amenazaba con nuevos holocaustos para nuestros hijos. Mi preocupación entonces no tenía una base racional, pero las células de mi cuerpo habían identificado la naturaleza del daño y del sufrimiento que estábamos padeciendo.
El equívoco de Nietzsche fue tratar la moral judeo-cristiana, una moral para propiciar la resignación y la sumisión, como si fuera la única moral contraria a la vida. Cronológicamente anterior a la moral judeo-cristiana, (y también lógicamente anterior), fue la moral que afirmó como lo bueno la voluntad y la capacidad de dominio de unos seres humanos sobre otros, y estableció como modelo de humano-superior el que ejercía tal voluntad de dominio sobre sus semejantes, proclamados sus inferiores; una moral que legitimó el uso de la fuerza para la conquista y el saqueo, como medio 'natural' de adquirir bienes, y como medio para mandar, debilitar y eliminar cuando fuera preciso, al débil e inferior. Con palabras de Amparo Moreno Sardá (1), lo que apareció en primer lugar, fue un decir en contra de las aspiraciones y la capacidad humana de entendimiento, en el que se fundamentó la valoración positiva de la voluntad de dominio de unos seres humanos sobre otras y otros hombres y mujeres. Ruth Benedict lo llamó dogma conceptual original.
Nietzsche no fue más allá de la moral patriarcal, porque no había entendido la vida; siguiendo el sistema de valores patriarcal, consideró una debilidad humana lo que es su mayor fuerza: su capacidad de autorregulación y de automantenimiento; y allí donde había una función social de cuidado de la etapa primal de la vida, vio una debilidad y una inferioridad social. No entendió que el mantenimiento de la vida implica el nacimiento y el crecimiento, y que los grandes árboles como los hombres robustos, antes tienen necesariamente que ser pequeños, y tienen que ser gestados, cuidados y protegidos por sus congéneres, y que no por ello, ellos o sus madres son inferiores al hombre robusto y hercúleo; son sólo diferentes etapas y momentos de la misma vida humana. Condenar la sexualidad femenina y debilitar a las mujeres fue la gran heroicidad de nuestros primeros patriarcas. El sistema de valores patriarcal es un manual de misoginia, y Nietzche fue junto con Schopenhauer un adalid de la misoginia en pleno siglo XIX.
Con la nueva moral del patriarcado primitivo aparecieron los dioses masculinos que habitan los cielos, y un nuevo orden simbólico, centrado en el culto al Sol, que como fuente de energía extraterrenal se presentaba en contraposición a la energía de la vida terrestre y de la sexualidad que impulsaba la vida humana. No fue una elección casual identificar el Sol con la fuerza y la nueva noción de superioridad. El diccionario Larrousse, en la voz Sol dice: objeto de culto de todas las civilizaciones antiguas que generalmente se simbolizaron en unas divinidades determinadas. Las llamadas religiones heliopónticas, fueron propagadas por los arios e indoeurpeos y las extendieron en su expansión territorial en el tercer milenio a.c., promocionando su consideración de lo bueno y lo malo que legitimaba el nuevo modelo de ser superior. Así proliferaron las divinidades solares masculinas: Mitra, Suria, Sashmesh, Khrisna, Tammuz, Horus, Ra, Baal (o Bel), Lugus (o Luch), etc., y sus diosas consortes, Tanit, Isis etc. Pero además de las deidades propiamente solares, los grandes dioses de las distintas culturas adquieren el apellido de ‘solar’, como el Júpiter Heliopolitano.
Los mitos de dioses y héroes solares que matan a las serpientes y dragones, representantes de la sexualidad femenina, explican el cambio de civilización y de moral. Al mismo tiempo que la serpiente se convierte en monstruo y demonio, otro símbolo también es arrebatado a las viejas culturas prepatriarcales entregadas al cultivo y recreación de la vida: las dobles espirales cruzadas que pasaron de símbolo de la sexualidad a ser el símbolo del Sol.
El cambio de significado de las dobles espirales cruzadas, acontecido en los comienzos del patriarcado primitivo, es el origen de la esvástica, el nombre con el que hoy se la conoce, y que es un término de etimología sánscrita, por lo que la enciclopedia Espasa localiza su origen en la India, confundiendo, creo yo, el orígen del término con el orígen del símbolo. No fue casualidad que el nacional-socialismo, en tanto que la más absoluta expresión de la dominación sobre la vida, y que por ello ha sido y sigue siendo la más cruenta manifestación del patriarcado, adoptara la esvástica como su símbolo. (¿Quizá también por ello el himno de la Falange española empieza con el 'Cara al Sol', o la ETA se llama también EKIN, que quiere decir 'sol' en euskera?)
Hay una palabra que muestra esta identificación del culto solar con la dominación, en el patriarcado primitivo: ‘baal’; el dios Baal de los semitas, uno de los dioses solares más conocidos, por las menciones que se le hacen en la Biblia y por la ciudad de Baalbek (que en la era grecorromana se la llamó Heliópolis, donde se rendía culto al Júpiter Heliopolitano). Pues bien, ‘baal’ también se usaba para expresar la relación de dominio o de propiedad sobre las cosas y personas; y así se decía que el marido era el ‘baal’ de la esposa, o tal señor el ‘baal’ del campo.
En Oriente, las religiones que se establecen para hacer encajar de forma pasiva la sumisión y la estratificación social, no rompieron con las primitivas religiones solares y conservaron el culto a la superioridad y a la jerarquía, junto a sus símbolos (el Sol, la esvástica), añadiendo elaborados mecanismos de aceptación de la condición de cada rango, y refinadas técnicas sublimación de la sexualidad, tan eficaces que hoy se están propagando en Occidente también.
El estudio de la genealogía de la moral patriarcal nos lleva desde nuestra moral de la resignación cristiana a la moral de la dominación, es decir, al dogma conceptual original, y nos hubiera permitido entender su contenido genocida: su decir en contra de todos los ingredientes que componen la capacidad de entendimiento de los seres humanos: en contra de la capacidad orgástica humana, en contra de las pulsiones sexuales, en contra de la verdadera maternidad y, finalmente, su decir en contra de la palabra, que también, con la generalización de la mentira, nos ha sido arrebatada.
Decía Miguel Delibes de Castro (Público, 25.05.09), que estamos viviendo la sexta extinción masiva, y que esta vez el meteorito somos nosotros (haciendo referencia al impacto del meteorito que al parecer provocó hace 65 millones de años la quinta gran extinción, en torno del 60/70 % de las especies). Es decir, esta vez el meteorito somos la misma especie humana que hemos levantado una civilización que cortocircuita mecanismos de la autorregulación de la vida en general, y de la humana en particular: ¡así somos de tontos!
Me viene a la memoria un slogan publicitario de un producto de Coca-cola que decía: la naturaleza es sabia pero no tanto, resumiendo el engreimiento y los delirios de grandeza de quienes creen que su inteligencia artificial es superior a la naturaleza, y que pueden contradecirla a conveniencia de sus intereses
El equívoco de Nietzsche se concretó en un ‘hay que pasar de moralinas’ y sirvió de excusa para utilizar cualquier método en pro del nuevo paradigma de hombre superior. Pero matar y mentir, emplear la mentira como arma de destrucción masiva, no son cuestiones de moral o de ‘moralinas’ de tal o cual cultura o religión inventadas por la humanidad, sino que son simplemente contrarias a la vida.
Más allá del bien y del mal judeo-cristiano y de la moral de los superhombres está la autorregulación de la vida que tiene sus propios mecanismos sensibles de percepción: el placer que indica su buen funcionamiento (lo bueno), y el dolor que indica que algo va mal (lo malo). La justificación del sufrimiento, de la mentira y de la muerte no es una moral de la vida sino de la dominación.
(1) Amparo Moreno : El arquetipo viril protagonista de la historia, laSal edicions de les Dones, Barcelona 1987; y La ‘otra’ política de Aristóteles, Icaria, Barcelona 1988.
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